jueves, 14 de julio de 2011

De los grandes movimientos al mundo de los grupúsculos Por: Domingo Alberto Rangel

Las “acostadas” de los jóvenes europeos y la insurgencia de los pueblos árabes son los únicos actos de insubordinación, rebelión o desacato que registra el mundo de hoy. No son actos revolucionarios sensu strictura, pero contienen semillas de insurgencia que afectan el juego de los factores dominantes. Las acostadas de los muchachos españoles arrebató la máscara del régimen allí existente y reveló todo el cretinismo represado en la península hoy. España es tan burgués en su régimen político y en sus instituciones, como pueden serlo los Estados Unidos. ¿Pero es que China resulta hoy diferente? En absoluto, nadie ha contribuido como China a consolidar el sistema capitalista desde los años ochenta como la China contemporánea. Aportando un mercado gigantesco para las industrias de bienes de capital que ha hecho subir las exportaciones mundiales a ritmo acelerado y produciendo la propia China decenas o centenas de millares de millones de dólares para exportar a todo el orbe terrestre, este país resolvió los problemas que afrontaba el sistema imperante en el planeta para fines de los años setenta del siglo pasado. Las vacilaciones primero y la resuelta deserción de China más tarde, cerró todo un ciclo en la historia moderna. Nadie, ni la Urss de Stalin en los años treinta, han hecho o prestado servicio más valioso al régimen capitalista en escala mundial que los herederos de Mao-Tse-Tung al virar hacia el más desenfadado capitalismo en aquellos años en que con postura China habría ladeado la balanza. No hay en este momento posibilidades visibles para movimientos revolucionarios. El capitalismo tiene un formidable policía para todo el planeta. Estados Unidos tiene hoy la capacidad para impedir triunfos revolucionarios en su backyard que está constituido por el Mar Caribe, América Central y América del Sur. En ese escenario no hay en este momento margen alguno de esperanza que permita esperar un vuelco revolucionario en esa región. Si mañana triunfara un movimiento revolucionario en tales áreas sería por la combinación inesperada de numerosos factores. Pero hay algo más grave. Existen hoy continentes enteros en los cuales no hay fuerza alguna de carácter revolucionario. Europa y África están en tales condiciones. No hay un solo grupo en la Europa Oriental que tenga alguna fibra revolucionaria. En la Europa Occidental sobreviven, más como sombra que como multitudes, unos partidos comunistas que ocupan los rincones. En Asia si hay fuerzas comunistas pero en estado de reposo. Queda el movimiento islámico. Aunque no sea revolucionario por sus convicciones ideológicas, este movimiento tiene rasgos revolucionarios en el plano de la estrategia y de la táctica. Quien tiene relaciones mercantiles con alguien no puede exportar la revolución. O la mercancía o las consignas, es el dilema. Quien quiera saber hacia donde va un régimen cualquiera debe mirar sus estadísticas de comercio exterior. A la Venezuela bolivariana hay que detectarle los resúmenes de exportación. Los dos millones largos de barriles de petróleo que componen el 95% de su comercio exterior van a los Estados Unidos, el resto se reparte entre países del Caribe y de América Central. Las estadísticas de comercio exterior de China indican un grado de concentración hacia los Estados Unidos. Las piezas textiles y las confecciones que exporta China en la actualidad van en su casi totalidad a los Estados Unidos. China no puede ser un país socialista cuando tiene un grado tan alto de concentración en su comercio exterior con un país capitalista como Estados Unidos, el más poderoso del planeta en la actualidad. Venezuela, satélite comercial de los Estados Unidos no puede ser socialista aunque el partido oficial lleve tal denominación, cuando las estadísticas de comercio exterior son tan rotundas. China dejó de ser socialista así mantenga la propiedad estatal sobre las industrias allí existentes. El control sobre el aparato productivo es un elemento importante, quien lo duda, para definir la naturaleza de un régimen. pero cuando el Estado deja de ser revolucionario, como pasó en China, para transformarse en burgués ya no importa que siga controlando la propiedad de las fábricas. La burocracia china dejó de ser revolucionaria, la burocracia venezolana bajo los bolivarianos dejó de serlo también, son dos burguesías que evolucionaron hacia la plenitud de su identidad capitalista. Como puede verse, la esfera del comercio exterior resulta decisiva. Venezuela nunca ha dejado de ser capitalista y la ruidosa propaganda en torno al socialismo que adelanta el régimen de Caracas es pura fantasía. El movimiento comunista internacional que en tiempos de auge soviético y chino alcanzó gran vigor y poderío, languidece hoy al borde de la extinción. De vastos partidos de masas en Francia, Italia, Checoslovaquia, Brasil y la India, ha pasado a ser una federación de grupúsculos.

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